Miquel Cabot de suma a las críticas de Més per Marratxí a la opacidad con la que PP y Vox controlan las cuentas del Ayuntamiento.
Por mucho que Jaume Llompart y su equipo de gobierno al frente del Ayuntamiento de Marratxí se empeñen en llenar las redes de fotos, sonrisas y promesas vacías, lo que se percibe en Marratxí no es la gestión, sino la opacidad. Lo dicen los hechos, lo denuncian los partidos de la oposición, y lo perciben —cada día más— los ciudadanos. A pie de calle el sentimiento es que el consistorio se ha convertido en un escenario de postureo político donde las cuentas públicas son un secreto mejor guardado que el Santo Grial.
Més per Marratxí lo denunció sin ambages: falta de transparencia. Los socialistas, liderados por Miquel Cabot, van aún más allá y apuntan directamente al corazón del problema: “No me sorprende esta falta de transparencia porque tienen que esconder una nefasta gestión, especialmente cuando hablamos de la gestión económica”. Y es que, según afirman, durante toda la legislatura no se ha publicado ni un solo dato económico, incumpliendo de forma flagrante la Ley de Transparencia.
«durante toda la legislatura no se ha publicado ni un solo dato económico, incumpliendo de forma flagrante la Ley de Transparencia».
¿Dónde están esos datos? ¿Dónde está el dinero? Preguntas incómodas que el equipo del popular Jaume Llompart parece preferir esconder tras un muro de silencio y fotografías propagandísticas. Porque eso sí, dinero para propaganda e inauguraciones no falta. Sonrisas tampoco, pero no hay ni rastro de cifras, de balances o de explicaciones.
Lo más grave es lo que denuncian tanto los socialistas como Més per Marratxí. Detrás de esa cortina de humo hay una realidad económica preocupante. El pasado curso, el ayuntamiento incumplió la estabilidad presupuestaria y las reglas de gasto, y llegó a crear déficit, según denuncian los socialistas. «Supimos que en el mes de noviembre ya tenían agotado el presupuesto y prohibieron hacer horas extra a los trabajadores» lo que evidencia una gestión improvisada, sin rumbo ni planificación.
El ciudadano, mientras tanto, paga los platos rotos de una administración que se niega a rendir cuentas y que se oculta tras los muros infranqueables del poder gobernando manu militari desde la poltrona.










