El presunto autor solicitaba dinero a las víctimas para, en teoría, invertirlo en el mercado bursátil a través de un gestor.
La madrugada en Palma deja una de esas escenas que revelan la cara más oscura de la picaresca moderna. Nada de sofisticados algoritmos bursátiles ni inversiones de alto vuelo. Solo un hombre, dos compañeros de trabajo y una mentira pulida con el filo de la confianza. Un cóctel perfecto para una estafa que rozó los 55.000 euros.
Los hechos estallaron en pleno centro de la capital balear. Un ciudadano alertó a la Policía Nacional después de localizar —y retener— al individuo que, según él, le había vaciado los ahorros con la promesa de multiplicarlos en bolsa. El escenario de la detención no podía ser más simbólico: un salón de juegos, lugar donde la suerte suele ser una invitada caprichosa.
Cuando la patrulla del Grupo de Atención al Ciudadano llegó al local, la víctima expuso un relato tan nítido como demoledor. Había transferido miles de euros a su compañero de trabajo para que este los colocara en el mercado bursátil mediante un supuesto gestor. Pero nunca hubo inversión. El dinero desapareció y el supuesto intermediario también. Hasta hoy.
El primer afectado aseguró contar con capturas, recibos y un historial de movimientos que confirmaban la estafa. En total, unos 50.000 euros entregados a quien creía un experto en finanzas y resultó ser un maestro de la fuga.
Apenas unos minutos después, un segundo hombre se acercó a los agentes para denunciar una historia calcada. También compañero de trabajo del detenido, también convencido por la misma promesa: invertir en bolsa. También estafado. Él había perdido 5.000 euros. Y, al igual que el primero, había visto cómo el falso inversor se volatilizaba sin rastro y sin devolver ni un céntimo.
Con las dos declaraciones encima de la mesa, los agentes se entrevistaron con el presunto estafador. Acorralado, sin margen y sin coartada, acabó reconociendo los hechos. La Policía Nacional procedió a su detención por un delito de estafa.
El caso queda ahora en manos de la investigación judicial, pero la advertencia flota en el aire: la confianza puede ser el valor más caro en el mercado de la vida real.










