Carta a quien corresponda:
Gracias, de verdad, a toda esa gente que día a día nos enseña que los alcorques —sí, esos pequeños cuadrados de tierra con un árbol en medio— son en realidad papeleras de última generación. Porque ¿quién necesita un contenedor a cinco metros cuando se puede dejar el café, unas cajas de pizzas, el papel del bocadillo o incluso una bolsa llena de basura justo a los pies de un ser vivo?
Gracias por esa delicadeza con la que tiras colillas sobre las raíces, por dejar botellas de plástico como si fueran abono ecológico. Seguro que ese árbol, sediento y cubierto de basura, te lo agradece en cada hoja marchita.
Y qué decir de tu espíritu decorador. Ese envoltorio de pastel y esa lata de refresco oxidadas dan un aire vintage al paisaje urbano. Casi parece arte moderno… o más bien, decadencia cotidiana.
Lo más triste no es que lo hagas. Lo terrible es que no eres el único. Que cada vez más gente decide que tirar la basura al suelo es más cómodo que buscar una papelera. Que los árboles —esos seres silenciosos que nos dan sombra y oxígeno— se conviertan en improvisadas escombreras.
Así que, por favor, la próxima vez que termines tu café, tu cigarro o tu merienda, haz algo revolucionario: camina tres pasos más y tira la basura donde toca.
Quizás no cambies el mundo, pero al menos dejarás de contribuir a convertir nuestras calles en un vertedero con ramas.
Josep.
Palma.











