Los jóvenes ya no fuman igual: el vaper gana la batalla silenciosa y peligrosa.
La fotografía del consumo juvenil en España está cambiando. Fuman distinto, no menos. Y el nuevo informe ESTUDES 2025 lo confirma con cifras que obligan a mirar más allá de las primeras buenas noticias. El tabaco y el cannabis caen a mínimos históricos entre los jóvenes de 14 a 18 años. Pero otra práctica asciende en silencio: el cigarrillo electrónico.
Una tendencia que inquieta a profesionales y familias. Porque lo que hoy parece una moda inofensiva oculta riesgos que todavía no alcanzamos a comprender del todo.
El consumo tradicional se desploma
El Ministerio de Sanidad y el Plan Nacional sobre Drogas revelan que el descenso de tabaco y cannabis sigue siendo firme. Los estudiantes se alejan de estas sustancias como nunca antes.
El 27% afirma haber probado el tabaco alguna vez.
El 21% reconoce haber consumido cannabis.
En el último año, las cifras caen aún más: 21% en tabaco y poco más del 15% en cannabis.
En los últimos 30 días, el consumo se desploma: menos del 16% en tabaco y un 12% en cannabis.
Cifras en mínimos históricos. Cifras que deberían entusiasmar. Pero el informe apunta hacia otro foco que crece a gran velocidad.
El vaper crece
La realidad emergente es contundente: casi la mitad de los estudiantes —el 49,5%— ha utilizado un cigarrillo electrónico en el último año. Aunque el dato baja ligeramente desde 2023, la curva lleva ascendiendo desde 2014.
Los adolescentes ya no encienden un cigarrillo. Actúan, prueban, experimentan… pero con otra herramienta. Más discreta. Más atractiva. Más diseñada para ellos.
“Los jóvenes fuman cada vez menos tabaco y cannabis. Pero no han dejado de fumar. Han cambiado la forma de hacerlo”, explica Antonio Peña, médico especializado en adicciones de Esvidas.
Un cambio de hábito lleno de riesgos
El cigarrillo electrónico sigue envuelto en un halo de falsa seguridad. Pero la evidencia, aunque todavía limitada, empieza a dibujar un escenario preocupante.
Los vapers contienen entre 600 y 700 compuestos tóxicos. Muchos son cancerígenos.
Incluyen metales pesados como níquel, aluminio o estaño. Y sustancias como acetaldehído, glicerina o formaldehído.
A esto se suma el riesgo adictivo. La nicotina, cuando está presente, engancha rápido. Y cuando no, aparece otra amenaza: la adicción conductual al gesto mano–boca.
“No podemos dar certezas absolutas a largo plazo, pero sabemos que el acto de fumar y sus compuestos implican riesgos reales”, advierte Peña.
El marketing apunta a los adolescentes
La normalización del vaper no es casual. Responde a una estrategia precisa, sofisticada y altamente eficaz.
Productos diseñados para atraer a menores de 15 a 25 años. Sabores llamativos. Colores brillantes. Publicidad camuflada en redes sociales. Una narrativa comercial que vende seguridad donde no la hay. La falsa idea de que “sin nicotina” significa “sin peligro”.
Todo esto ocurre mientras la sociedad sigue creyendo que el vaper es la mejor vía para dejar el tabaco tradicional. Una percepción que profesionales e instituciones tratan de combatir desde hace años.
“Vemos cada vez más vapers y menos tabaco o cannabis porque la industria explota la desinformación y la inocencia de los adolescentes”, alerta Margarita de la Paz, psicóloga de Esvidas.
¿Cómo frenar esta tendencia?
Los expertos coinciden: la respuesta debe ser inmediata, combinada y realista.
- Suprimir sabores y elementos visuales atractivos.
- Regular la publicidad en redes sociales.
- Limitar la venta en zonas cercanas a centros escolares.
- Incrementar impuestos y controles.
- Impulsar campañas de sensibilización basadas en información clara.
La clave está en equilibrar prevención y realismo. Ni alarmismo vacío ni permisividad ingenua. Los jóvenes necesitan herramientas, no tabúes.











