La Policía Nacional detiene a un hombre por arrojar ladrillos y platos desde una azotea a la calle y amenazas a vecinos.
La tranquilidad habitual de Son Xigala saltó por los aires el pasado viernes. A plena luz del día, un joven subió a la azotea de una finca y convirtió el tejado en un punto de riesgo extremo. Ladrillos, platos y otros objetos comenzaron a caer sin control sobre la calle, poniendo en peligro a cualquiera que pasara bajo aquella lluvia improvisada. No era una gamberrada. Era una amenaza real.
La llamada al 091 no tardó en llegar. Y lo que los agentes del Grupo de Atención al Ciudadano encontraron al llegar al lugar confirmaba el peor escenario. Dos vehículos estacionados presentaban daños serios. Uno de ellos, incluso, tenía un agujero limpio en la carrocería causado por el impacto de un ladrillo lanzado desde varios metros de altura. Una fuerza que, de haber alcanzado a una persona, habría terminado en tragedia.
Los vecinos, ya nerviosos por episodios anteriores, explicaron a los agentes que el individuo llevaba tiempo generando conflictos en la comunidad. Se había instalado con su perro en la azotea como si fuera territorio propio. Y aquella mañana había decidido desatar el caos sin motivo aparente.
Cuando la Policía subió al tejado, el joven había desaparecido. Los agentes documentaron los daños y animaron a los perjudicados a formalizar denuncia. Pero la historia no acabó ahí.
Al cabo de un tiempo, el hombre regresó. Violento. Desafiante. Y lejos de calmarse, lanzó amenazas directas tanto a los vecinos como a los agentes. Aseguró que iba a “quemar el edificio”, elevando la situación a un nivel de riesgo que exigía una intervención inmediata.
Fue necesaria la llegada de un equipo sanitario para tratar de reconducir el episodio. Tras suministrarle medicación y lograr que se tranquilizara, los agentes pudieron proceder a su detención como presunto autor de un delito de daños y amenazas. El perro quedó bajo el cuidado de un vecino y no generó ningún incidente.










